dimarts, de juliol 20, 2004

La fiebre del blog
 

A decir verdad, cuando empecé en el mundo de la blogosfera hace ya unos meses, jamás pensaba que estas bitácoras llegarían a tener una importancia tan grande como la que actualmente tienen. Me inicié como lector en esto de la blogosfera en julio-agosto del año pasado con los magníficos weblogs de La Página Definitiva. En aquella época (un verano caluroso como éste que estamos pasando ahora mismo), un blog o bitácora era para mi más raro que un perro verde. Sin embargo, junto a un par de compañeros, decidimos llevar a cabo un weblog colectivo en nuestra página madre, Periodismo-UV. Eso sí, poco a poco, el weblog se fue apagando por la falta de atención y por la modificación de otras partes de la página que creíamos más necesarias (como la conversión de ésta a comunidad). No obstante, otros amigos creamos weblogs propios para intentar adentrarnos en este universo bitacoril y poder tener un espacio de opinión en la gran red.
 
Como se habrán imaginado las personas que visitan esta bitácora (que no son muchas, lo reconozco), mi blog es muy modesto y se actualiza de una manera muy irregular por diversos motivos. Hubo incluso una época en la que no podía escribir por problemas con Blogger actualmente subsanados (¡y vaya si ha mejorado Blogger desde entonces!). En este blog he intentado reflejar momentos, sensaciones, pensamientos... Las reflexiones sesudas se las dejo a algunos de mis compañeros de espacio en la web como Chemi, que mima un estupendo Kahos que debería ser referencia obligada por su calidad y variedad de temas tratados. El caso es que, publicidad gratuita aparte, el mundo del weblog ha ido evolucionando de una manera uniformemente acelerada hacia una mejora sustancial y una sustitución de las páginas web como modo de transmisión de ideas.
 
Desde hace un año, pues, el blog es el rey de la fiesta. Cualquier usuario de la red que se precie tiene uno o colabora en uno. La libertad de expresión y de creación avanzan. Más a nuestro favor.

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dissabte, de juliol 03, 2004

21 días de julio

Como cada año, Francia se viste de gala para exportar al mundo entero uno de sus principales atractivos, el Tour. La competición deportiva más prestigiosa del país vecino cumple este verano la friolera de 101 años, y lo hace entre la nube de sospechas que desde hace unos años azota al siempre sufrido mundo del ciclismo, aumentadas en España por las polémicas declaraciones (previo pago de una importante cantidad por parte de un diario madrileño) del ex corredor Jesús Manzano, y que han salpicado hasta al actual pentacampeón y principal favorito para la reválida del maillot amarillo, el estadounidense Lance Armstrong.

El norteamericano, respaldado por muchos millones de dólares, arropado por un equipo de grandísimos gregarios y mimado por una organización complaciente que le ha diseñado un Tour a su medida, vuelve a ser el principal blanco de las críticas desde España. A Armstrong se le acusa de ser un corredor con un afán desmesurado por la victoria, soberbio y previsible. En definitiva, detrás de todos estos adjetivos se esconde una clara sensación de envidia por los triunfos ajenos, que no teníamos cuando aquel monstruo llamado Miguel Induráin nos dejaba con el corazón en un puño mientras escalaba los Alpes y los Pirineos (eso sí, sin soberbia yanqui).

Frente al “cartero” estadounidense como cada año se presenta toda una serie de alternativas más o menos firmes para intentar arrebatarle la marca de los 6 Tours seguidos con la que superaría a Induráin. Posiblemente Iban Mayo y Jan Ullrich sean los invitados más claros al duelo por el podium de los Campos Elíseos, descartado desde hace unas semanas un Joseba Beloki al que le ha afectado la malísima situación de su equipo. Pero no son los únicos. Junto a los grandes favoritos, un pelotón de 186 corredores se dejará la piel contra el asfalto de las carreteras galas con diferentes objetivos, pero siempre intentando buscar un momento personal de gloria en la carrera ciclista más grande del mundo. Estos gregarios que transportan bidones o que se quedan a esperar a sus jefes de filas en detrimento propio son los verdaderos valientes de una historia que durará 21 días. 21 días de gloria, espectáculo y pasión por el deporte.

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